LAS ESTACIONES DE MI VIDA
Casi no tuve primavera, Margarita no era una flor, era mi hermanita y ni esa flor pude rescatar.
Algunos pocos días primaverales de la adolescencia truncada por amores egoístas me llevaron a un otoño rápido que disfracé de verano para resistir la agonía de no vivir mis sueños personales.
Cuando comenzó el invierno, sus días fueron convirtiéndose en escandalosamente fríos, al punto de permanecer congelada para mantenerme viva. Decidí romper el hielo pero la coraza forjada por mi ortodoxia moralista y religiosa me tenía apresada con la vestimenta más rígida que la de un guerrero medieval.
Llegó un día que rompiendo toda lógica me regalé el verano, un verano intenso rescatando, sin angustias, pero con algún apremio, mi verdadero yo, ese que me robaron con mi permiso.
Hoy provecho cada día de este verano dulce y apacible, momento a momento. Pacté con el invierno, lo dejé atrás, y decido en cada amanecer, vivir el presente, luchando para que sea sólo yo, la responsable de mi bienestar.
Mis afectos, un buen libro, un interlocutor válido, una copa de vino, el mar, se convierten en una maravilla a disfrutar. Mientras tanto con cara al sol seguiré hasta que la trascendencia llegue y mucho mejor si es frente a mi mar bravío, como mi vida.