Que no se me pierda
Esto de la cuarentena, que ya multiplicamos por cuarenta muchas veces, nos desubica. Nos encerramos cuando aún no había contagios y de a poco se fueron abriendo “fases” que se hacen necesarias por la imposibilidad de frenar la economía y cumplir con las necesidades básicas, y los casos hacen que esa maldita curva siga subiendo.
Lo que sí es cierto, es que, para las generaciones de riesgo esto no acaba hasta que las vacunas aparezcan, ya que el Covid19 no va a desaparecer y mientras países que ya han superado lo peor vuelven a rebrotar casos, en Latinoamérica la situación es desesperante.
Lo lamentable es que por un lado parece que el año está en paréntesis y no lo vivimos, pero por el otro sentís que se te va la vida entre tanto silencio, soledad, falta de abrazos, de reuniones familiares, festejos y encuentros.
El celular, ese aparatito que se ha vuelto indispensable en nuestra vida, sirve más para sacarse el aburrimiento que para comunicarse. Te despertás y tenés decenas de mensajes de watts app con hermosas fotos y deseos de buenos días y aunque sabés que son con buena onda e intención de animarte, a mí me ponen mal. Ya sabes que no habrá nada en el día que lo haga maravilloso, que será rutinario y continuarás inventando algo para entretenerte. Por las redes te aparecen noticias, ofertas, soluciones mágicas para adelgazar y hacer yoga con tres dibujitos, etc., que te dan más ganas de comer y menos de ejercitarte.
Al principio me maravillaba por poder hablar y ver a mis hijos, nietos y amigos por llamada video. Hoy ya sólo quiero abrazarlos, llenar mi casa, quiero el ” face to face”,poder caer de visita sin necesidad de informarme si me abrirán la puerta en caso que vaya.
Y aquí estamos todos aquellos con números altos en los documentos, pero con mucha energía y proyectos a realizar, estancados en la esperanza. Dicen que es lo último que se pierde y espero que no se me pierda como las llaves del auto, algo muy común en esta época de mi vida.