La Sra. Incertidumbre

Han pasado ya varias semanas de esta terrible pandemia y llevamos mucho tiempo en cuarentena. Varios sentimientos se fueron dando, primero el miedo, luego el sentido de la solidaridad, el de esperanza… Hoy el horizonte lo vemos muy lejano, pasan los días y nos damos cuenta que esto recién empieza y que la curva ni siquiera ha subido, que sólo estamos dándole tiempo al enemigo. Un enemigo desconocido e imprevisto que se dio el lujo de enfrentar a toda la humanidad.

Para colmo, este “bicho con corona” nos toma en la era de la tecnología y de las redes sociales y muchas informaciones que nos llegan no están contrastadas y no conocemos sus fuentes. Los medios de comunicación del mundo entero hablan y muestran imágenes del mismo tema, hasta escuchamos los discursos de todos los gobernantes del planeta! Una locura de información, mejor dicho, de sobreinformación.

Leía un artículo científico británico a cerca de las consecuencias sicológicas de la cuarentena basada en estudios de epidemias anteriores, ébola, Nh, gripe equina, y aunque impactan de manera diferente en las personas, los efectos más comunes que se han descripto son: irritabilidad, nerviosismo, sensación de angustia e insomnio.

El ser humano es eminentemente un ser social, necesitamos el alter, es decir el otro, para ser yo. El encierro, el no estar en contacto con los demás, no nos mata (salvo casos patológicos) pero sí nos enferma. Es verdad que tenemos medios para hablarnos e incluso vernos virtualmente, pero la presencia física de alguien cerca o la posibilidad de tenerla sin restricciones hace que toda soledad tenga otro sentido.

Quizás lo que más daño nos hace, es que a pesar de contar con tanta información, vivimos en una total incertidumbre, es decir, no tenemos certeza de nada, de si nos enfermaremos, si seguiremos encerrados, si sube la curva de infectados, si empezarán las muertes como en  Europa, si abrirán los comercios y servicios, si el sistema productivo y laboral podrá normalizarse,  si los niños retomarán las clases en los colegios, si se abrirán las fronteras, si…  si… siiiiii…

Y esto sin entrar a dimensionar los efectos económicos y sociales que nos dejará de herencia este enemigo.

La única certeza que tenemos es el hoy y quizás sea una de las enseñanzas que nos deje esta epidemia: aprender a vivir el presente y dar gracias por estar vivos.