Perdonar es un proceso que lleva tiempo, pero no hacerlo tiene consecuencias, sobre todo, para el bienestar de uno mismo. En palabras de la psicóloga Ana de la Mata, significa que «mantenemos la herida abierta y el dolor que la acompaña, y querrá decir que nos hemos quedado anclados a dichas experiencias». Puede decirse que todas las definiciones psicológicas formuladas sobre el perdonar parecen centrarse en un factor común: cuando los sujetos perdonan, sus comportamientos (pensamientos, sentimientos, acciones) hacia quien es objeto del perdón se transforman en más positivos. Perdonar implica un cambio interno y al mismo tiempo hacia el otro, hacia una figura o situación que nos ha dañado, en el contexto de un vínculo interpersonal. La persona que perdona intenta transformar la valencia negativa del vínculo sin necesidad de olvidar lo sucedido. Cuando se trata este tema, inmediatamente surge a la relación entre el perdón y el olvido, que dan a entender que el perdón lleva consigo olvidar que la ofensa ocurrió. Sin embargo, el perdón sólo es posible recordando la ofensa, no se puede perdonar desde la amnesia o la negación de la ofensa o del daño. Lo que el perdón sí implica, es la reducción de algunos recuerdos y de pensamientos recurrentes sobre el ofensor y la ofensa, y además es posible un "olvido activo", el ejercicio de nuestra capacidad de abstenerse de reflexionar sobre la transgresión. Dice la especialista Ana de la Mata que no olvidar es algo normal, pero que lo importante es saber perdonar: «En muchos casos olvidar nos podría llevar a negar que aquello que nos pasó fue importante y nos causó dolor o a justificar al perpetrador, por lo que perdonar nos va a liberar del sufrimiento». Las personas somos seres emocionales por encima de todo. Por ello, cualquier evento doloroso va a dejar una impronta en nosotros, una huella que es imposible olvidar. Si de verdad queremos estar en paz con nosotros mismos, lo mejor será dejar el tema y no darle más vueltas. No rumiar entre los recuerdos, utilizar la voluntad para no enredar más nuestros pensamientos, que a su vez generan sentimientos desagradables. Ese ejercicio de sanación interior no borrará lo acontecido, por el simple hecho de tener memoria. Olvidar no es un acto voluntario, perdonar sí. Incluso la persona afectada puede perdonar sin necesidad que se lo pidan, sin embargo, no podemos usar la voluntad para borrar la memoria. Perdonar no solo implica una liberación para quien cometió el error, sino que también libera a la persona que perdona. Perdonar no es algo que hacemos por el otro en la mayoría de las ocasiones, sino algo que hacemos por nosotros mismos, podría decirse que es un acto egoísta. Pero a su vez es un acto de humildad y de amor. Humildad, porque en muchas ocasiones hemos sido nosotros mismos victimarios, y de amor, en el sentido más puro y sano. Martin Luther King afirmó que “el que es incapaz de perdonar, es incapaz de amar”. De hecho, el perdón es uno de los actos más admirables del ser humano porque implica que, a pesar de los daños que podamos haber sufrido, hemos sabido dejar atrás el pasado y podemos mirar al futuro asumiendo una nueva perspectiva. Perdonar no implica aceptar lo que nos hizo la otra persona o que esa persona no tenga que asumir las consecuencias de sus actos, significa liberarnos de las emociones que nos bloquean y nos impiden avanzar. Cuando le preguntaron a Nelson Mandela cómo pudo perdonar respondió: “cuando atravesé la puerta me di cuenta de que si continuaba odiando seguiría en la cárcel”. Perdonar no significa olvidar, sino aceptar lo que pasó sin que duela